Debía alejar a Cesarión de Alejandría, antes de que el ejército romano lo encontrara y acabara con su vida. Ese niño que había despertado tanto odio en el senado era la única salvación de los Lágidas, sólo él podría recuperar lo que les pertenecía. Sí, le subiría a bordo de un barco y le enviaría lejos, donde nadie pudiera encontrarlo, así podría volver a luchar por Egipto y recuperar lo que ella tanto había defendido.
Había llegado el momento, las puertas de su templo se cerraron y se dio paso al ritual que la conduciría a convertirse en las alas de Isis. Iras la ayudó a elegir su mejor vestido, le colocó un brazalete de oro, el collar más brillante de toda su colección de joyas, la maquilló con la misma perfección que lo hacía cuando la preparaba para acudir a una fiesta, y le recogió el pelo como a ella le gustaba. Su muerte debía ser agradable, digna de una reina y lo suficientemente poco agresiva para que su cuerpo se mantuviera íntegro, pues no debía olvidar que era la reencarnación de Isis, y que una vez en el reino de los Dioses volvería a su forma original. Se colocó con orgullo la doble corona sobre la cabeza y empuñó el bastón que su padre le había otorgado como herencia de lo que un día había sido su reino. Mientras los dientes del áspid se clavaban en su cuello y el veneno recorría todo su cuerpo arrebatándole la vida, solamente pudo sentirse impregnada de júbilo, sin saber que muy lejos de aquel lugar, Cesarión ya sólo era un suspiro en el viento.
De no ser por la presencia de Mardo e Iras, hubiera creído que la única compañía de que disfrutaba en aquellos momentos era el sabor amargo de su derrota. El cuerpo de Marco Antonio yacía en el suelo inerte, rodeado de un charco de sangre que clamaba al cielo su travesía al mundo de los Dioses. Ya era imposible no rendirse ante la evidencia de que su trono había sido usurpado y de que Egipto ya no le pertenecía. Desde los tiempos de Alejandro Magno, aquellas tierras desérticas bañadas por el Nilo habían pertenecido a los Lágidas, un linaje macedonio que había logrado salvaguardar su poder generación tras generación. Pero ahora ya nada les pertenecía, ese niño enfermizo y de tez pálida simuló muy bien su debilidad hasta que Julio César le otorgó el poder, y ahora él era el dueño de su tierra y de su destino, Egipto era una provincia romana más, aunque eso le arañara su hastiado corazón. Por su mente desfilaron los recuerdos, su padre Ptolomeo, sus hijos, los largos momentos de espera, debía hacerlo, tenía que hacerlo por todos ellos y por su propio orgullo. Su figura jamás debía convertirse en un triunfo romano y mucho menos de ese despreciable ser que era Octavio. Aún recordaba cuando su hermana Arsinoe desfiló atada con cadenas en los triunfos romanos organizados por Julio César, ahora ese recuerdo le provocaba náuseas.
La fnac de Plaza Cataluña empieza a darme miedo y no es ya por el hecho de encontrar a toda una tropa disfrazada de Elvis Presley (sí, ya sé que las cosas que me pasan no son normales...), sino por lo que allí ha ocurrido mientras yo recorría sus pasillos de moqueta. Como siempre que habito tan apreciable centro comercial, me he acercado primero a la sección de libros y como no, a los libros de novela histórica. Mientras mis sandalias dibujaban los lentos pasos y trasportaban a mis pies en un ruta turística, los murmullos paseaban en un devenir, como indiferentes a los cuerpos humanos. De pronto, mientras observaba varios libros, una suave voz me ha llamado la atención, he levantado la vista y he visto lo inexplicable. Cientos de libros alzaban sus títulos al viento y gritaban, me gritaban a mí. Todos emitían alaridos de tristeza, sus lomos de colores variopintos me miraban con los ojos henchidos de agonía y desesperanza. Los gritos sonaban cada vez más fuerte dentro de mi cabeza, nadie más parecía advertir lo que estaba ocurriendo, la gente paseaba tranquilamente como si nada de lo que yo veía tuviera sentido. Incluso he visto lo que se asemejaba a una pelea entre un libro de Valerio Massimo Manfredi y otro de Terenci Moix. Y yo ¿qué podía hacer? De muy buen gusto los hubiera cogido a todos entre mis brazos y los hubiera liberado de aquella cárcel que los consumía lentamente. Me he armado de valor, he cogido un ejemplar de "Memorias de una Geisha" y he salido corriendo sin mirar atrás.
Sé que me atrevo a escribir cosas que quizá no podría explicar con palabras, porque soy así y tú bien lo sabes. Llevamos más de cinco años andados por el camino de la vida y me siento feliz y orgullosa de poder decir que me siento como el primer día, y que las llamas siguen vivas en la hoguera que prendiste en mi corazón. En todo este tiempo me has enseñado a confiar un poco más en mí, incluso a quererme aunque eso te haya supuesto un forzoso y delicado trabajo. Sé que cada vez que doy un paso en falso, tengo un pilar donde apoyarme para evitar que la caída sea abismal, y que me das la mano siempre que lo necesito, sin que eso sea una excusa para pedir una recompensa. Sé que estos días he estado muy apagada, que no he hablado ni la mitad de lo que hablo habitualmente, pero también sé que comprendes mi situación, que no me sentía bien con la gente que me rodeaba, que estaba muy nerviosa y, a veces, un poco arisca por culpa de los comentarios de ciertas personas que me han nublado la existencia, durante los que han sido los dos meses más largos de mi vida. Y aún así, has aguantado la tormenta y me has entendido, sin mediar palabra, pero sé que lo has hecho. Me gusta ver que entre nosotros crece la complicidad y que soy capaz de leer toda una página en una sóla mirada, en un sólo gesto. Sé que no es necesaria toda esta palabrería porque me conoces y sabes lo que pienso, y lo que siento, pero precisamente por eso dejo constancia de todo esto en este diario, porque sabes como soy.
Sé que luego, o quizá mañana leerás estas línas aunque no dejes ningún comentario, como también sé que valoras lo que hago aunque no lo digas. Por todo esto y por muchas otras cosas es por lo que te quiero tanto, mi niño.
Hoy por fin ha finalizado el período de prácticas (siiiiiiii!!). Algunas compañeras y yo llevávamos planeando ir a comer el último día durante varias semanas y al final los planes se han realizado a todo trapo a última hora, pero me lo he pasado genial. Como "buenas" estudiantes con el bolsillo lleno de telas de araña, al final hemos decidido apearnos a degustar un sabroso bocadillo en el Pans&Company que hay enfrente del hospital (no sin antes deshacernos de las gallifantas como diría Turandot ;p). La temperatura del apacible lugar era similar a la del Polo Norte, pero con los calores que habíamos pasado en el sol hasta que nos hemos reunido todas, la verdad es que no nos ha importado (hasta que los dedos de los pies empezaban a confundirse con los cubitos de la bebida ¬¬). Mesa elegida (bien!), cosas tiradas por el suelo (bien!), a la cola a pedir los bocadillos con los descuentos 2x1 (bien!). Y ahí empezó todo...
-Hola, a quien puedo atender?
-Dos bocadillos de tortilla y dos refrescos (no digo la marca ;p), uno grande y otro pequeño.
-Son 5.85 por favor...Oo! No tienes nada más pequeño?? (yo la miro con cara de susto con mi billete de 20 en la mano).
-No, no tengo nada suelto.
-Pues tendré que pedir cambio...
Varios minutos de espera transcurren viendo pasar de un lado a otro de forma desesperada a la dependienta, que al final se acerca bocadillos en mano.
-Perdona...se te ha caído un trozo de tortilla donde el café (le dice mi compañera al ver la mitad del contenido del bocadillo huyendo de entre el pan).
La dependienta vuelve a colocar el bocadillo en su sitio para que alguien lo rellene (¬¬). Otras dos compañeras se acercan (mientras yo espero a que alguien se acuerde de que me deben 4 de cambio) billete de 20 en mano...
Os podeis imaginar una conversación similar a la mia con la dependienta...
Conseguidos los 4, los bocadillos y las bebidas, cogemos nuestras bandejas y nos trasladamos a la mesa, cuando...Oh! Sorpresa! Nos habían puesto las dos bebidas pequeñas ¬¬
-Perdona...era una bebida grande y otra pequeña...
Por fin podíamos comer!!
A mí, desde siempre me han enseñado a abrir la barra de pan para hacer los bocadillos, pero creo que la señorita cocinera del Pans no ha ido a la misma escuela que el resto del mundo y le ha preparado a una de mis compañeras un bocadillo "especial". Imaginaros una barra de pan, cortada por la mitad, a lo largo y rellena de pechuga de pollo y lechuga...risas, risas y más risas!! Después de inmortalizar en imagen digital al bocadillo en cuestión y a un cubito enganchado de una caña, decidimos inmortalizar el momento también con nuestras caras, cuando de pronto vemos a una especie estraña de persona de ¿seguridad? acercarse lentamente hacia nosotras...que inocentemente pensamos que el buen hombre se ofrecería a realizar la foto...
-No se pueden hacer fotos aquí dentro!!!!
-(Nosotras flipando...) Y por qué no?? Esto no es un sitio público??
-No se puede, lo dice el marketing (¬¬)
En fin, que me lo he pasado muy, pero que muy bien, espero que se vuelva a repetir!! Si es que no se nos puede sacar de casa ;p!
El cielo empezaba a resultar un hogar demasiado grande y solitario para reinar. Cada noche, antes de ponerse el Sol, se preparaba con su vestido plateado y su manto de pieles, empuñaba su cetro con fuerza y suspiraba como compadeciéndose de sí misma. Se empolvaba la nariz cuidadosamente y se disponía, una vez más, a enfrentarse con la triste soledad. Cada noche resultaba más difícil salir de la habitación pensando que sus ojos no lo verían y deseando que algún día ese castigo terminara con un final feliz. Mientras permanecía sentada en su trono, miraba a su alrededor y sentía celos de las estrellas que juteaban animadas, todas tenían compañera, todas podían compartir sus risas y cogerse de la mano, todas menos ella. Cuando miraba hacia la tierra, veía las parejas de gatos en los tejados, las flores durmiendo abrazadas las unas a las otras, las gotas de lluvia uniéndose al estrellarse contra el suelo, y lloraba. Al terminar la noche, se levantaba de su trono compungida y se dirigía al interior de su castillo. Una vez más, sólo encontraba una cama con las sábanas de seda alborotadas y el olor a helio flotando en el aire. Ser reina del cielo se estaba convirtiendo en una pesadilla y sólamente un eclipse la ayudaría a reencontrarse nuevamente con su añorado amor.
Volviendo la vista hacia atrás con ojos abatidos, yermos, hundidos en llanto. Así nos mira nuestro mundo entre lamentos llenos de reproche y amargura. Un vez más las alas del hombre, esas alas que juegan a ser dioses de un cielo que no les pertenece. ¿Huir de la realidad?¿Un camino hacia el futuro? Poder ¿hacia qué sino nos empujas? Tú, con tus tesoros, nos estás ahogando en el desaliento. ¿Arrogancia? No, quizás egolatría, una egolatría que nos acompaña a nuestra decadencia. ¿Superioridad? No, esclavitud es la definición, una esclavitud que se jacta de nuestra vida y nos amarra con sus cadenas, acortándonos la libertad.
Shiiiit, eh, tú, oye! Sí, sí, tú, el que entra por la ventana!! Me puedes hacer un favor? Vete por donde has venido, no te aguanto, desde que has llegado, mi vida se ha convertido en un lastre. ¿Por qué? Tendrá cara el tío! ¿Por qué te empeñas en fastidiarme siempre los mismos meses del año? ¿Quéeee? ¿Que es tu trabajo? Pues menuda ocupación la tuya, eres cansino. Mira, por tu culpa mi ordenador se recalienta demasiado y no para de gritarme, y ¿sabes? yo necesito mi dosis diaria de informática. ¿Ves esa gota que recorre mi cara? ¿Sí? Pues también es obra tuya, y me tengo que duchar dos veces al día; y el agua va cara y además es escasa!! Anda, y se ríe a carcajadas! Eres despreciable. ¿Ves esas dos bolitas de pelo tiradas en el suelo? Pues son mis perros y los estás agobiando, déjalos en paz también a ellos, quítales tus manazas de encima. Veo que te hace gracia mi desdicha...para de reírte!! Por tu culpa ya no puedo ni dormir, ni estudiar. ¿Qué es eso de estar las veinticuatro horas del día pegado a mí? ¿No te aburres? ¿No te cansas? Descansa hombre, que te van a pagar lo mismo! ¿Qué dices? Ah! Que te llamas Calor!! Pues mire señor Calor, si no fuera porque con usted vienen las vacaciones, diría que no tiene nada de buena persona.
Acabo de decidir que voy a poner un kiosco. Las paredes serán color púrpura y dos hadas guardarán la entrada con sus poderes. No habrá revistas, ni gominolas. Delante de él no parará aquel anciano a comprar el periódico, no vendrá la vecina del quinto a recoger el último fascículo de su colección de dedales, no pararán los niños después de la escuela para comprar un sobre de cromos. Este kiosco será especial, venderé frasquitos de ilusión. Los frascos verdes serán de esperanza, los frascos azules contendrán la alegría. Los frascos rojos llevarán la pasión, los plateados de polvos de estrella serán. Los amarillos darán fantasía y los naranjas sonrisas por doquier.
Necesito un frasquito de tranquilidad, pero no encuentro a nadie que me lo venda...¿alguien posee alguno?
-¡Frascos!¡Frascos! Señorita, ¿no desea un frasquito de magia? Mire que los tengo baratos, oiga!
Y tú...¿qué frasco necesitas?
Con las manos ensangrentadas y la cara llena de sudor, se quedó sentado a las afueras del campamento, la cabeza escondida entre las manos intentando huir del dolor que la situación le provocaba. El cansancio empezaba a adueñarse de sus cuerpos maltratados por el hambre y la sed, pero cada vez estaban más lejos de volver a sus hogares de adobe y estrechar a sus esposas e hijos en un desesperado abrazo. Hacía mucho tiempo ya que la única compañía de la que podían disfrutar era la que les ofrecía la arena del desierto, y eso empezaba a preocuparle. El ejército romano avanzaba a grandes zancadas acortándoles el terreno, sin dejarles apenas tiempo para preparar una nueva estrategia. Cada vez eran más los que se apartaban del lado de Marco Antonio para unirse a las fuerzas militares de Octavio, cosa que iba anunciando la derrota a cada minuto que pasaba.
A lo lejos, un silbido anunciaba que el enemigo se acercaba sin darles tregua, así que se acorazó el pecho con su escudo y corrió a ocupar su lugar en el frente de batalla. Los romanos eran más numerosos en soldados y armamento, pero a los alejandrinos les quedaba la responsabilidad de defender el honor de su reina, y las ganas de vencer para acabar con la agonía.
Dio comienzo la batalla, sólo podían oírse los choques de las espadas al luchar y los gritos quebrados de dolor, en el aire flotaba el olor a miedo y muerte. Alzó su espada en un gesto triunfal, pero un puñal se abrió paso en su pecho arrebatándole el brillo de los ojos. Jamás volvería a casa, jamás sabría que Actium sería la última batalla de la Reina del Nilo, jamás sabría que su familia quedaría sometida al yugo romano.
Estamos creando entre varios bloggers un blog común llamado "La secta". De momento está en obras y faltan muchos detalles que ultimar, ¿alguien más se apunta a la aventura? El blog ya se puede visitar desde esta dirección secta..zonalibre.org
Y con esto y un bizcocho...os dejo hasta luego que escribiré algo más decente, que ya toca :DD!!
Divagando entre mis muchas absurdas reflexiones, he advertido que el mundo es como una sopa de letras. El mundo es un cuadrado que flota en una página en blanco y que contiene infinidad de letras recostadas sobre su regazo, las personas. Existe una gran pluma de color azul, representada por los sentimientos, que se encarga de trazar círculos alrededor de esas letras para ir juntándolas una a una y formar palabras, y formar la amistad, el amor, el odio. Me alegra que haya letras que formen parte de mis palabras.